Algunas partes de este puente, situado sobre el río Adaja, frente a la puerta de la muralla de San Segundo, bien pudiera ser uno de los pocos testimonios que de la época romana han quedado en nuestra ciudad. Consta de cinco arcos y cuatro pilares con tajamar –saliente en forma de proa de barco contra corriente- creciendo, al estilo romano, de espolones –salientes en los pilares al lado contrario al del tajamar, conservándose el estribo al lado oeste. El lomo del puente –parte alta- es horizontal en su mitad oriental presentando la otra mitad caída hacia la parte oeste. Los arcos parten de distinta altura alcanzando sus claves –parte superior- la misma elevación, salvo el de mas amplitud que, enteramente rehecho, aparece más bajo.
Aparentemente el puente fue inutilizado, en fecha indeterminada, destruyéndose totalmente el arco mayor y cortado el resto, roturas claramente visibles aún hoy. En éste sentido decir que aunque lo más probable fuese que la inutilización hubiese tenido lugar en los mismos años de la invasión árabe –hacia el 711-, es también posible que la semidestrucción del puente hubiese sucedido en cualquier momento de la Reconquista cuando, viniendo el río crecido, algún ejercito árabe o cristiano lo hubiese creído necesario para librarse de sus perseguidores o bien cortarles la retirada.
En los tiempos de la repoblación de Ávila –siglo XI- sobre los antíguos y, graníticos pilares romanos, se debió reconstruir el puente con piedra arenisca de la Colilla, muy empleada, en las iglesias románicas en Ávila, pero la poca resistencia al desgaste de esta piedra debió exigir, hacia el siglo XIII, una nueva reparación, cuyos vestigios son seguramente las piedras graníticas de la parte alta rematadas con un pretil redondeado del estilo a los puentes de Santi Espiritu y Romanillos, construidos sobre el Río Chico.